Un Deng Xiaoping Mexicano
Por: Francisco Martín Moreno
www.franciscomartinmoreno.com
Cuando Deng Xiaoping, el arquitecto de la China moderna, declaró que “Hacerse
rico es glorioso y hay que hacerlo de la manera más eficiente”, empezó, desde
1978, a cambiar para siempre el rostro de su país al alcanzar impresionantes tasas
de crecimiento económico. Este famoso líder comunista que había estudiado en
Francia y en la Unión Soviética, liberalizó la anquilosada economía socialista,
se apartó del dogmatismo, abrió las puertas de China al mundo, acabó con el
amurallamiento, al extremo de ser hoy el motor del capitalismo mundial y, por si fuera
poco, ayudó a rescatar, en tan solo 20 años, a 400 millones de chinos del
hambre y de la marginación. Hoy en día, la clase media de China es del mismo
tamaño que toda la población de los Estados Unidos.
Sí, en efecto, Deng Xiaoping encabezó el rescate más impresionante de la pobreza
masiva en la historia de la humanidad. La China de hoy es irreconocible si se le
compara con los últimos 40 años, una sorpresa idéntica a lo ocurrido en tan
corto plazo, en Singapur, en Corea del Sur, para ya ni hablar de Israel, el país más innovador del
mundo, el Silicon Valley de Oriente. En 1970, el 80% de los chinos dependía de la
agricultura, se trataba de un país un país comunista y atrasado, en donde la gente
moría de hambre en el campo. Pues bien, al día de hoy continúan luchando por conquistar la modernidad,
a tal grado que en los próximos 20 años China puede llegar a ser la economía
más poderosa del mundo.
No perdamos de vista que durante la terrible y no menos patética revolución cultural tener una bicicleta era considerado un lujo burgués, al igual que escuchar a Mozart podría implicar la pérdida de la libertad personal.
Deng Xiaoping encabezó una
revolución educativa para adaptarla a la expansión comercial e industrial del
orbe. Solo para dar una idea del tamaño del reto en las aulas, en el primer
examen de admisión participaron 6 millones de jóvenes. Xiaoping se preguntaba ¿cómo conocer lo que ocurre en el exterior
si no sales de tu país? De ahí que cancelara la guerra en contra de la clase
media, la productiva y divulgara masivamente cómo era la vida en los países capitalistas.
A título de ejemplo, los chinos no podían creer que los japoneses tuvieran
refrigeradores en su casa ni habían entendido la importancia de la robótica ni
de la alta tecnología, la misma que han estudiado y aplicado masivamente al
igual que la inteligencia artificial. ¡Claro que el rompimiento con Mao fue
total y éste todavía estará pateando rabiosamente las tablas de su ataúd! ¡Claro, como decía Deng, la ideología fanática no sirve para resolver los
problemas de la marginación y del hambre! Por lo pronto, decía, “vamos a poner
a la gente a trabajar, no a regalarle dinero.”
¿De qué sirve la producción sin consumidores? De ahí que le dieran todo el
poder a la iniciativa local y que surgieran empresas por toda China. Mandaron a
miles y miles de estudiantes a estudiar en las universidades occidentales. Invirtieron en escuelas de primaria y secundaria especialmente dedicadas
a las mujeres para incorporarlas al proceso productivo.
En
lo que hacía a la economía y a la política, Deng sentenció con la debida
claridad: “no importa el color del gato, mientras pueda cazar ratones
es un buen gato”, a lo que habría que agregar con sentido del humor: el
comunismo nunca supo cazar ratones, bastaría con ver el caso cubano o el
venezolano o el de Corea del Norte. Se trata de lograr la expansión de clase media y
hacerla cada vez más poderosa.
Si hablamos de una verdadera transformación, pongamos la lupa en China,
que en un par de años contará con 38,000 km de líneas férreas de alta
velocidad, al igual que construyen simultáneamente 20 aeropuertos, entre otros
puertos marítimos.
Si llegara al poder un Deng Xiaoping mexicano, en 10 años rescataríamos de la pobreza a 60 millones de compatriotas, más aún por la mágica vecindad que tenemos con nuestros socios del T-Mec y con el hecho de que México podría ser, en el corto plazo, el ombligo del mundo por el nearshoring entre otras innumerables ventajas.
Si en una novela surrealista Deng Xiaoping le explicara a López Obrador cómo fue posible rescatar en 20 años a 400 millones de
chinos de la pobreza, éste, envuelto en un fanatismo suicida, no entendería
nada, absolutamente nada…